El síndrome de Procusto

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Un mito de la antigüedad narra la existencia de un hombre llamado Procusto que tenía una cabaña en un lugar apartado y solitario. Cuando algún viajero llegaba a ella le ofrecía su cama para descansar y, atándolo a esta, si la estatura del viajero resultaba mayor que la longitud de la cama, procedía a amputarle las piernas hasta que ajustara exactamente a esta longitud. Si, por el contrario, la cama resultaba más larga que el viajero, entonces, mediante cadenas y pesos amarrados a los pies, procedía a estirarlo hasta hacerle alcanzar el largo de la cama.

En cualquier caso, después de realizada una de estas dos operaciones, procedía a descuartizar y devorar a la víctima, hasta que Teseo, enterado de las andanzas de Procusto, se presentó en su cabaña y le aplicó el mismo tratamiento que él aplicaba a los viajeros.

En informática se tiende a caer en el síndrome de Procusto. Por muy diversas razones, se suelen desarrollar sistemas excesivamente rígidos que luego no encajan con las expectativas y deseos de los usuarios. No se pueden diseñar aplicaciones rígidas que impidan ajustarlas a las necesidades reales de los usuarios. Muchas veces los cambios son imprescindibles por razones exógenas a los propios gestores que ven, por ejemplo, cómo determinadas modificaciones legislativas les ocasionan imprescindibles modificaciones funcionales en la aplicación.

Cuando se diseña un sistema informático siempre se debe dejar abierta la posibilidad de poder modificar la aplicación de forma flexible para adecuarla a las necesidades que se pudiesen ir presentando a lo largo del tiempo.

Por otra parte, no es viable pretender recortarle las especificaciones funcionales del usuario, ni, por supuesto, estirarlas para hacer posible su encaje en la aplicación. Al contrario de la rígida cama de Procusto, lo que se necesita es una cama cómoda en la que el usuario, independientemente de sus características y de sus necesidades funcionales, pueda encontrarse confortable. Ya no corren los tiempos en que se fabricó el Ford T cuando Henry Ford decía que el comprador de su famoso automóvil podía elegir el color del coche que quisiese siempre que fuese negro. Hoy el comprador de un coche exige que se le personalice: asientos de cuero o de tela, faros bixenon o convencionales, ventana panorámica en techo o no, con GPS o sin esta herramienta, de uno u otro color, metalizado o sin metalizar, con más o menos potencia, con 4 o 6 cilindros, de gasolina o de gas oil, etc., etc. Si una empresa de fabricación de coches diseñase su cadena de producción para construir coches al estilo de la cama de Procusto me temo mucho que el comprador se cambiaría de suministrador.

Si cuando desarrollamos una aplicación adoptamos una visión a lo Procusto, nos acabará pasando lo que a él: llegará el Teseo de turno y nos mandará a nuestra casa porque no hemos sido capaces de dar respuesta flexible a las necesidades cambiantes que se presentarán de forma dinámica inevitable y constantemente.

Muchas veces se cae en la tentación de hacer una aplicación rígida y sin posibilidades de flexibilizarla. Esto suele ocurrir o por falta de pericia para diseñar un sistema ajustable o porque las prisas nos impiden diseñar un sistema de este tipo. No caigamos en la tentación de cortar por lo sano e implantar la aplicación rápidamente, al final tendremos tal cúmulo de problemas que, sin duda, hubiese sido mucho mejor diseñar un sistema mucho más flexible con posibilidades de modificaciones y ampliaciones. Diseñar aplicaciones y sistemas flexibles debe formar parte de la cultura de un buen profesional TIC.

Fuente: Pedro Maestre Yenes. Subdirector General de Organización y Sistemas Fraternidad MUPRESPA. http://www.revistadintel.es/

C. Marco

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